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Pemberley, 18 de junio de 1865

Mi querida Jane:

 

Lamento que la respuesta a tu última carta se haya hecho esperar, pero la visita de Eliza, Fanny y los chicos nos ha tenido entretenidos. Tal ha sido el ajetreo estos días que la partida de los muchachos fue un alivio.

 

Eliza no paró de relatar anécdotas. Nos contó lo acaecido en el baile en la residencia de los Knights y no escatimó ningún detalle. ¿Recuerdas aquella sala? ¡Es la misma en la que bailamos hace ya más de cuarenta años! Volví a pensar en todo aquello otra vez y, a pesar de la vergüenza de ser mucho mayor, me sentí agracecida de ser casi tan feliz ahora como entonces.

 

El sábado fueron al Lyceum. Vieron el Hipócrita, una obra de teatro antigua basada en el Tartufo de Molière que siguieron con bastante interés. El domingo fueron a cenar a casa de los Benn y el lunes Eliza se levantó con resfriado. Dice que lo cogió mientras recogíamos gisantes, pero lo que cogió ese día fueron multitud de fresas. ¡Fue toda una sorpresa encontrar varias fresas encarnadas bastante maduras!

 

Asentados ya en Pemberley la calma y el silencio, se echa en falta el candor, el bullicio y el revuelo de nuestros jóvenes invitados. Me alegra mucho que las noticias de los pequeños sean tan buenas. Que el pequeño Dordy se acuerde de mí me llena de placer... una insensatez, porque sé que pronto me olvidará...

 

Lamento este tono pesaroso pero últimamente la melancolía es inevitable y ya sabes que soy incapaz de ocultarte nada. Se me ocurren infinitud de mejores maneras de agradecerte tu afectuosa preocupación por mi enfermedad que esta, pero ninguna más sincera. Es por ello por lo que deseo hacerte una petición nada amable: cuando los ojos queden abiertos como en un aullido y tu mano los cierre con una caricia, quiero que me cuentes allá donde vayas, que mi historia sea oída, pues no quiero ser olvidada. Frío ya el cuerpo, que ardan las palabras. ¿Lo harás, mi querida Jane, sol de mi vida?

 

Mereces una carta más larga que esta; pero es mi infeliz destino dar raramente a los demás el trato que merecen.

 

Todo mi amor. Siempre tuya,

 

                        E. D.

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